El perdón es uno de los pilares fundamentales de nuestra fe católica. Jesús nos enseñó a perdonar no solo como un acto de bondad, sino como un camino hacia la paz interior y la reconciliación con Dios y con los demás. "Si perdonan a otros sus ofensas, también los perdonará a ustedes su Padre celestial" (Mateo 6:14).
El Catecismo de la Iglesia Católica nos recuerda que "el perdón es un acto de la voluntad" (CIC 2844). No siempre es fácil, pero el perdón es esencial para nuestra sanación espiritual. Cuando guardamos rencor, nos encadenamos a un pasado que nos impide avanzar. Al liberar a otros de nuestras expectativas y heridas, también nos liberamos a nosotros mismos.
"Perdona nuestras ofensas, así como nosotros perdonamos a los que nos ofenden" (Mateo 6:12). Esta oración, que recitamos en el Padre Nuestro, nos invita a reflexionar sobre la magnitud del perdón que hemos recibido de Dios. Al reconocer nuestra propia necesidad de perdón, encontramos la fuerza para extender esa gracia a quienes nos han herido.
El perdón no significa olvidar o minimizar el daño causado, sino elegir dejar ir el dolor y la ira. Es un acto de amor que nos permite vivir en libertad. "El que guarda rencor es un necio" (Proverbios 14:17), y al perdonar, elegimos la sabiduría y la paz.
En esta temporada de reflexión y crecimiento espiritual, te invito a considerar a quién necesitas perdonar. ¿Hay alguien en tu vida que aún lleva el peso de una ofensa? Recuerda que el perdón es un regalo que te haces a ti mismo y a los demás.
"El amor cubre todas las ofensas" (Proverbios 10:12). Al perdonar, abrimos la puerta a la sanación, la reconciliación y la paz. Que el amor de Cristo, que nos perdonó en la cruz, nos inspire a vivir en gracia y a extender esa gracia a quienes nos rodean.
¡Que Dios te bendiga en tu camino hacia el perdón y la sanación! 🙏💖