Hoy os traigo una historia de duelo. El duelo de descubrirse autista en la adultez. Es demasiado tarde ya para recibir los apoyos que tanto ansiaste en tu infancia y extrañas un tiempo pasado que nunca ocurrió. Afortunadamente, asoman rayos de esperanza cuando echas la vista hacia el futuro y, por lo menos a partir de ahora, no volverás a pasar por lo mismo. Sabes quién eres y sabes lo que necesitas, y eso es liberador.
Muchos de estos auto-descubrimientos se dan gracias a las redes sociales. Nos permiten leer y conectar con otras personas, aunque estén a miles de kilómetros de distancia. Para las personas autistas, sobre todo aquellas que somos más introvertidas, abrirnos al mundo de esta manera es toda una revolución. Nos sentimos identificades por primera vez con las vivencias de otras personas, porque hemos experimentado vidas paralelas. En esencia, el relato siempre es el mismo: “siento que no encajo, ni sé cómo hacerlo”.
Es por ello importante dejar a un lado los prejuicios que podamos tener respecto a las redes sociales y los auto-diagnósticos, y reflexionar sobre cuántos de estos están fundamentados en el clasismo, capacitismo, adultismo, etc… Es innegable que el tema de la salud mental ha sido un gran tabú y como aquello de lo que no se habla, no existe, nos ha aislado todavía más. Es más, existía una gran brecha en el acceso a la información y eso ha impedido el acceso a la misma de los sectores menos favorecidos de la población.
Las redes sociales abren puertas y ventanas, y es refrescante y esperanzador sentir ese soplo de aire fresco.
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