III. MIGRANTE

Oct 05, 2021

A donde mirara, los ojos acechantes de los demás transeúntes juzgaban recelosos a cualquier migrante que se toparan en la calle. Sabía bien que, además del inesperado éxodo de caribeños que recorrían su ciudad, lo que más llamaba la atención era el oscuro color de su piel. Era indignante.

Su país, colorido y diverso, no estaba exento del malsano espejismo eurocentrista que predominaba los estándares ideales; aunque viniera de una historia de resistencia y fervor igualitario. Por ello, sentía cierta responsabilidad de ser el cambio, de ir a contracorriente de ser necesario, y hacer lo que consideraba correcto y justo.

No conocía la necesidad de tener que dejar todo atrás con la incierta esperanza de una oportunidad en otro país ni la precariedad que ello conllevaba, y esperaba nunca tener que conocerlas. Desde su cómoda existencia, dar lo que traía en la cartera significaba quizá unos días de apuro económico; una ganga a lado del desconocido futuro de aquellos que lo arriesgaban todo.

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