El viento trae la voz de la montaña,
arrastrando perfumes seculares
de roca y polvo.
Y los árboles,
sus siluetas casi a ocuras,
recortadas por el último sol de esta tarde
que no me siento,
que no me trae,
que no me lleva.
Un torbellino golpea mi pecho de flores,
y libera efluvios de sol en mi ropa,
de verde en mi piel,
de otoño en mi pelo.
Y los álamos,
susurrando música de hojas secas,
Y unos grillos que la cubren de su canto.
Qué murmuran,
de qué ríen
que no los siento,
que no me traen,
que no me llevan.-