Primero, te invito a reflexionar sobre el concepto de conflicto que tienes en mente. ¿De dónde proviene y cuándo lo aprendiste? Además, ¿cuál ha sido tu relación personal con el conflicto a lo largo de tu vida?
Mi primera invitación es cuestionar el sistema de creencias que influye en tus pensamientos, con el objetivo de generar conciencia en áreas donde posiblemente no la hayas tenido antes. Nuestra relación actual con el conflicto a menudo se ve influenciada por información del pasado, como nuestras experiencias familiares, nuestra crianza y el sistema educativo y social que hemos atravesado. Tradicionalmente, estos entornos de desarrollo carecen de una estructura de apoyo y gestión emocional, lo que lleva a desarrollar patrones y mecanismos de autodefensa frente al conflicto. Esto se debe a que las memorias de eventos conflictivos no gestionados en su momento se convierten en recuerdos traumáticos que desencadenan respuestas automáticas en nuestro comportamiento.
Si no exploramos, comprendemos y cuestionamos nuestra comprensión del conflicto, es poco probable que logremos crear la conciencia necesaria para desarrollar nuevas habilidades de gestión y navegación del conflicto familiar. Terminaremos reproduciendo los mismos patrones de violencia o supervivencia en nuestras familias, transmitiendo este conjunto de respuestas a las generaciones futuras.
¿Evitarlo o enfrentarlo? Se dice que lo que se resiste, persiste.
Por lo tanto, podemos afirmar que evitar el conflicto es prácticamente imposible. Los conflictos son una parte inherente de nuestra naturaleza, ya que es imposible que los seres humanos tengan la misma interpretación o experiencia de un evento.
Desde esta perspectiva, no solo es inevitable enfrentar el conflicto, sino que también es indispensable desarrollar habilidades que nos ayuden a construir un sistema familiar sostenible para navegarlo.
Si tomamos la decisión de hacerlo, el conflicto y el fracaso pueden convertirse en los mejores impulsores del aprendizaje y la evolución familiar. Solo al construir una relación saludable con el conflicto podremos acceder a una puerta de expansión de nuestra conciencia individual y colectiva. En mi opinión, todo comienza en el núcleo familiar.