"Por debajo de la historia, la memoria y el olvido. Por debajo de la memoria y el olvido, la vida. Pero escribir la vida es otra historia. Del orden de lo inacabado" - Paul Ricceur
Dicen que el recuerdo - referencia de "eso que pasó" - es la única vía que tenemos para proyectarnos en el tiempo. Uno de los recuerdos que tenemos más a la mano es la fotografía. Cargada de su poder evocador y de registro, habitualmente recurrimos a ella como almacén que guarda un sin fin de episodios, para contar nuestra historia de las formas más diversas. La fotografía encierra un poder evocador y, sin ser un registro objetivo, se convierte en el medio para (re)encontrarnos en cada una de ellas.
Por otro lado, la memoria es un entramado denso en nuestra mente y nuestro cuerpo. A cada quien le corresponde encontrar el hilo de Ariadna en el laberinto de esa memoria que habitamos, donde se entrecruzan las impresiones fugaces de "eso que pasó", evocaciones repentinas, afloramientos imprevisibles, surgimientos conmovedores, con las huellas materiales de archivos familiares (diarios personales, correspondencias, documentos, fotografías, películas aficionadas, y toda clase de objetos memoriales).
Recordar es entonces un proceso que se activa con el recuerdo y se alimenta de la memoria. Me pasa más o menos así: me llega una imagen visual, a veces sonora, muchas veces olfativa. Se me graba en el cuerpo y comienza a hacer historia, como marcando una huella de magma del pasado para detener su deslizamiento, su desvío al olvido. Esa imagen viene de una experiencia vivida, toda cargada de emociones, de sentimientos, de recuerdos viejos que súbitamente se instalan en el presente, con color y resonancia. Ahí es cuando, para tomar cuerpo y hacerse tangible, pasa por una renovación de sentido, por un momento de reflexión en el que me doy cuenta de lo que significa para mí ahora. Y en ese ciclo, que me hace pasar de la experiencia vivida a la experiencia reflexiva, se movilizan mis emociones y mi cuerpo, y empieza una transformación silenciosa que asocio con la resignificación de lo vivido.
Imagina activar ese ciclo con una imagen fotográfica, la que sea. Puede ser de tu vida, o de la vida de alguien más. Entrar en ese momento ficcional de la búsqueda memorial y abrir una distancia en la que el recuerdo se (re)presenta liberado de la verdad de la vivencia, donde lo no-sabido, lo olvidado, encuentra su espacio. Usar la distancia como espacio de reorganización de lo posible, en el que no se opone lo real y lo imaginado, el pasado y el presente, sino en el que los pone en tensión de reciprocidad productiva, para crear una nueva historia.
Imagina esta creación como un gesto foto biográfico, que no es una simple recolección de fotografías de tu vida que representarían un espejo de "eso que pasó" con la ambición de ser un trazado de tu existencia, sino que es una acción, una performance biográfica, que se aventura en los espacios estéticos de lo sensible y hace que la subjetividad con la que reconstruimos una historia encuentre forma en una acto terapéutico en sí mismo.
Eso es "Mirar para Recordar", un taller-experiencia que te invito a vivir si te resuena la idea de resignificar historias. Una introducción a este tema la encuentras en este link, en el que encontrarás la charla en la que hablo de "La poética de la reconstrucción" y en la que comparto experiencias de personas que transitaron por este espacio en su primera edición. La segunda edición inicia este jueves 17/08 a las 7PM Caracas / 20H Argentina.
Si llegaste hasta acá, te dejo mi agradecimiento y este regalo que viene desde el corazón: podrás participar en esta experiencia inmersiva usando el cupón MIRAR50 para hacerlo con un 50% de descuento.
Ojalá podamos reencontrarnos ahí, para mirar y recordar.
Fotos:
(1) Mi casamiento 1995. Fotografía analógica, autor desconocido.
(2) Mi casamiento 2022. Collage fotográfico, de mi autoría.